Suspiro

—Por Tomás Joaquín Mallea

Respiro tu suspiro como si el mundo fuera el mar.
Ahogado en lo profundo, ahogado por la sal,
Me embriaga, y confundo lo que hubo y lo que hay.
Ensucio mis pulmones al dejarte pasar:
Sos mi sangre y la carne rugosa de mi paladar.
Ahora el viento me reparte por el cielo,
Y lo tengo que aceptar.
Es inevitable la forma que se esparce mi cuerpo a la mitad:
Me vuelvo el polvo que entra por tus ojos si se arriesgan a mirar,
El sarro como barro negro que insistís en masticar,
La mugre que se reúne donde quieta te quedás,
La lagaña en tus pestañas que encontrás al despertar—
Te metés al baño y te querés purificar,
El agua tibia corre y limpia la suciedad,
Es saliva en una herida que nunca llegó a sangrar.
Pero la ducha te escucha decirme algo en soledad,
Inunda tu figura de ganas de llorar.
Por tu garganta trepa el gusto de la sal,
Y entra por la ventana abierta el olor de mi entidad,
Una brisa repleta de cenizas que gira en la humedad:
Es mi suspiro perdido que tenés que respirar.

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