Nada

Por Irene Sagasti –

Dana no vive, sobrevive. 

Camina casi por inercia. 

Existe casi

por inercia. 

Sabe qué y cómo hacer, y por eso se levanta con la primera alarma y desayuna, 

pero no en la cama.  

Dana camina todos los días por las mismas calles

que luego a la tarde desanda.

La vida de Dana a veces cambia

pero no por ello su forma de vida se ve alterada. 

No siente emociones fuertes,

no se enoja, no se exalta, no está triste.

No está nada.

A veces, muy pocas, contadas, Dana despierta. No despierta en la cama, sino en la vida. Aparece algo de golpe y como un golpe y la desestabiliza. Dana entiende, Dana ve dónde está parada y reconoce las caras y reconoce su cara y sabe que ese cuerpo es suyo, que es ella quien camina, que es ella quien ha estado caminando y quien ha sonreído y quien ahora está frenada reconociendo el mundo, reconociéndose a ella en el mundo y Dana 

Dana sabe que ella es Dana.

Hasta que se olvida. 

Dana no sabe que Dana existe.

Dana persiste.

Tal vez la nada le encanta

o tal vez no sabe cómo escaparle 

o le agrada a la vez que no le agrada

la detesta, pero no lo recuerda

porque la nada le gana.

Hasta que otra vez se encuentra a sí misma y no entiende y piensa si esta vez será para siempre y cómo sería vivir así por siempre y si es así como existe el resto de la gente. Y Dana mira su reflejo y mira sus dedos y Dana entiende que siempre estuvo ahí pero que a la vez nunca estuvo ahí y se confunde. Y Dana, Dana Dana Dana, se repite, se llama, no quiere irse, no quiere, se insiste. Siente sus talones, siente su bíceps, sus ojos, sus orejas, su nariz, siente. Dana siente. Dana entiende. Dana deja de entender. Quiere escribir, quiere escribirse, anotar en algún lado que ahora existe, ¿solo ahora existe? ¿Existió antes? ¿Solo se existe cuando se sabe que se existe? Dana, Dana, tiene muchas preguntas Dana. Dana, por favor, se repite, Dana ¿qué pasó? Dana ¿quién sos? Necesita entender cómo terminó así. Necesita entender cómo pudo dejar de estar así. Dana no aguanta. Dana sí aguanta, porque siempre aguanta, pero Dana no quiere aguantar más. Y entonces presta atención. Dana presta atención a su pelo, a sus pies, a sus orejas, a sus dedos, a su alrededor, a su interior, a lo que está. Dana intenta pensar en lo que ya no está, en lo que alguna vez estuvo o lo que alguna vez ella tuvo y Dana

Dana se pierde

se le llena de bruma la mente

se le anieblan los ojos.

Y sin premeditarlo, Dana

se hace un rincón en la nada.

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