
Por Malena Falicoff —
Sé
que tiene un horizonte difícil y que sus puntos de fuga
nacen y viajan lentamente desde los bosques del Sur. Sé
que al llegar volando les da por trenzarse en las enredaderas
de los balcones y alimentarse hasta quemar el nervio
dorado de tantos tallos, de tantas hojas.
Sé
que bajo todo este asfalto insoportable late, palpita
una raíz firme y venosa que logro entrever, por momentos,
en los juncos del Rosedal
en las grietas de las baldosas
en el mármol del caracol dormido.
Sé, también,
que el quejido del Río de la Plata infecta las calles
de la Costanera como un fantasma herido
y que por las madrugadas emergen de entre sus pliegues
personas de espuma y sal. No alcanzo a escapar de ellas
engrilladas a las olas blancas me persiguen
con la mirada.
Buenos Aires
quiere engullirme, volverme
herrumbre terracota
tornarme una silueta
un abandono un balde olvidado sobre el alfeizar.