
Por Luciana “Chana” Giordano —
Nelly:
¿Estás ahí Gordo? Será posible que estés acá conmigo como Patrick Swayze en “La Sombra del amor”. ¿Te acordás? Fuimos al estreno, vos tenías tu sweater lavanda que te empataba con el color de ojos. Ese, que te regalé para la navidad del 89.
Cuando salimos del cine me dijiste: “…que pelotudo este cristiano al final nunca le dijo te amo, se tuvo que morir para decirlo”.
Nos gustaba ir al cine juntos y después cenar en Pippo, hablar mucho, ir al hueso, como vos decías, y reírnos. El futuro siempre quedaba lejos, teníamos tiempo. Y tantas cosas que no hicimos Gordo. No pudimos ahorrar mucho y lo poco que pudimos se quedó en el maldito corralito, con esa guita íbamos a viajar al sur y no viajamos, más adelante, me decías, ya vas a ver, más adelante. Con tu optimismo a prueba de balas. Que bronca me daba que siempre le vieras el lado positivo a todo.
Las peleas que teníamos, como las extraño. “Burguesa” me gritabas, yo te tiraba por la cabeza “peronista irrecuperable”. Me acuerdo de una pelea que no nos hablamos por una semana. Y un día llegaste con un alfajor Suchard, mi favorito y nos cagamos de risa. No recuerdo el motivo de la pelea, eso me pasa Gordo, me olvido los motivos. A veces estoy triste o enojada pero no recuerdo por qué.
Si estás por acá sé que no te gusta verme así, como vencida. Pero estoy preocupada, no me alcanza la jubilación para nada. Siempre hablamos de que cuando llegáramos a esta edad, ahí si íbamos a viajar. Que con las dos jubilaciones íbamos a poder, que en cuotas, que sacando algún crédito. No calculamos bien, vos no tenías pensado irte y yo nunca me anticipe a tu ausencia. Estoy aún con los trámites de tu pensión y no sale, siempre falta algo, un papel, un certificado de no sé que, vos sabes que odio hacer trámites, eso lo hacías vos con tu simpatía, yo me peleo con todos Ahora todo se complicó. Un poco me alivia que no estés, porque este país te dolería tanto. Pero si estás como Patrick Swayze seguro puteas por este presidente horrible y toda esa gente bruta que maneja nuestros destinos. Es un circo todo Gordo. Nada es como era cuando estabas, cuando íbamos al cine o a veranear a Gessell. Como nos gustaban nuestros veranitos. Extraño esos besos con gusto a sal y esas siestas abrazados haciendo el amor despacito como nos gustaba a los dos. Nos costó disfrutarnos, pero le encontramos la vuelta y nos divertíamos como locos. Me lo dijiste por suerte, que eras feliz, aunque no pudimos tener chicos. A vos te alcanzaba, siempre parecías llenito. Yo no. A mí siempre me faltó algo. Me falta. Es que me hubiera gustado ser mamá, pero vos sabes, mi útero con forma rara y lo que valían esos tratamientos y pasó el tiempo, volando y nosotros estábamos bien con nosotros, los vinitos, las caminatas del domingo. Las plantas del balcón, cambiar las cortinas o renovar la grifería del baño. Pasó volando.
¿Sabes que me entusiasma ahora? Te vas a reír, porque nunca me gustó ir a las marchas, ibas solo. Yo te decía que no tenía sentido, que las cosas no cambian así. Y te fuiste siempre solo, con tus compañeros del sindicato. Me arrepiento un poco de no haberte acompañado más. Pero ahora todos los miércoles me voy a la Plaza. Me armo un cartelito y salgo. Voy con ganas, me hace bien, y es peligroso porque nos tiran gases y la cana está como sacada. Vos los cagarías a trompadas. Se ríen ¿sabes? Cuando nos pegan se ríen. Somos un grupo chico de jubilados, yo debo ser la más joven, algunos son viejitos pero tienen un coraje, yo no me mando muy adelante me asusta que me peguen en los anteojos y están carísimos. Pero voy y con ganas. Me siento mejor, le encuentro un sentido ahora a marchar. Te imagino riendo. Mira la burguesita como se me hizo peronista, me dirías. Se me pegó un poco de tu optimismo desde que marcho. Me hice nuevas amigas, Sara una médica pediatra re peroncha, Berta científica jubilada que no sabes cómo teje al crochet y Susana maestra como yo, que tiene siete hijos y todos viven en el exterior, pobrecita lo que extraña. Es inhumano, te dije Argentina se puso cruel. Vienen a casa seguido les cocino y tomamos vinito. Hablamos de política y estamos bastante organizadas. Yo escribo los carteles, por mi caligrafía “perfecta”, como me decías vos cargándome.
Tengo una bronca Gordo, pero hay que seguir, lo aprendí de vos, y sigo, volví a dar clases particulares, me gusta ser maestra otra vez, es poca plata pero me sirve y me hace bien me mantiene alerta. Volví a leer poesía, ahora estoy fanatizada con Pizarnik, es maravillosa, ella también me mantiene alerta.
Quieren rompernos, que no tengamos más ganas de vivir.
Pienso mucho en mis alumnos, en todas esas caritas, ahora son hombres y mujeres, y yo ayude a formarlos. Fueron tantos, algunos aún me escriben por facebook y me hacen sentir importante. Como vos me decías “Tu trabajo es la base de la pirámide, flaquita, sos mi mujer maravilla, mi comandanta de tercer grado” y me pellizcabas el rollito y me hacías sentir satisfecha con nuestra vida.
Gordo, hace mucho que no te me apareces en algún sueño. Sé bueno si estás escuchando. Venite a darme un abrazo. De esos largos, grandotes, apretados, a ver si me sacas un poco tu ausencia del pecho, que a veces duele tanto.
(Va hacia la mesa, mira el cartel lo levanta, se lee, “Ayudame a luchar el próximo viejo sos vos”. Enrolla la cartulina y la sostiene con una gomita. Va hacia el perchero, se pone la campera y sale.)