
— Por Mario Cornejo
Este feriado me tomó por sorpresa. Originalmente –a principio de año, al menos—no era nada, después el presidente sacó un decreto y lo hizo feriado no laborable, y esos, paradójicamente, los solemos laburar, así que cuando me enteré que la empresa en la que trabajo había decidido dárnoslo, la sorpresa fue tremendamente grata.
Tres días libres de trabajo me permitieron ocuparme de una serie de cosas que ya había pospuesto un par de veces, o que no había podido resolver por estar ocupándome de mitigar, aunque sea mínimamente, alguna de las múltiples consecuencias de la serie trágica de eventos que le dan forma a nuestro diario acontecer.
Gran parte de las cosas que tenía que hacer las hice escuchando música, y además, tuve tiempo de sentarme a solo escuchar música –ahora que soy un poco más grande me doy cuenta de lo escaso que es el tiempo que podemos dedicar a las cosas que son realmente hermosas—, una y otra vez, leyendo las letras, cuando las hubiera.
Sobre Lorde no sabía mucho; creo que nunca había escuchado nada de ella hasta que tropecé con Virgin (2025), que descargué y me gustó bastante –tiene cierta similitud con Fetch the bolt cutters (2020), quizás respecto de cierta bronca que exudan algunas canciones—. No mucho después de ese primer acercamiento me enteré de cierta controversia generada por una de las imágenes en uno de los inserts de la edición en vinilo: aparentemente era una foto de su concha.
Encontrar la imagen me tomó más de lo que esperaba, pero, la famosa fotografía no es nada más que un poco de vello púbico; sugerente, sí, pero no pornográfico. Estados Unidos está mucho más cerca de ser una teocracia evangélica de lo que muchos están dispuestos a admitir, y celebro que Lorde haya sabido explotarlo.
Un par de semanas después estaba en un bar contando algo acerca de esto y lo mucho que me gustaba el álbum, especialmente por su crudeza, y una amiga me recomendó Solar Power. No mucho después de eso lo descargué y me encontré con un sonido distinto al que esperaba encontrarme; raro, muy folk, con arreglos de guitarra acústica y coros etéreos.
En general no leo reseñas de discos que me gustan –hay mucha gente diciendo estupideces acerca de la música por toda la internet, e inclusive puede que yo sea uno de ellos—, pero en esta ocasión decidí ceder y ver qué decían Pitchfork y todos esos. No fue recibido con unanimidad –muchos dijeron que era superficial, lisa y llanamente malo y otros que es una obra maestra–, y lo entiendo. A mí me gustó bastante.
Por ahí las letras son divisivas, porque un poco sí es una artista millonaria hablando de los problemas que tiene una artista millonaria mientras transita un mundo cuasi apocalíptico donde hay que usar bloqueador con SPF 3000; es lo que es –mal estaría que se hiciera la heroína de la clase trabajadora–, y lo cuenta bien, que es más importante todavía. Son pequeños instantes de bronca, alegría, ternura, nostalgia, miedo, necesidad de sentido y un par de delirios de grandeza los que hacen a las canciones.
Stoned at the Nail Salon es mi favorita de todo el álbum. Es hermosa: está divagando sobre su vida mientras está drogada donde la estetista –¿quién no ha estado un poco demasiado drogado en un lugar público, pensando en cualquier cosa?–. Es que la melancolía es una de las formas que puede tomar el efecto del porro cuando uno sale así de su casa.
El final de Secrets from a girl (Who’s Seen it All), la sexta canción, sirve de introducción a la segunda mitad del disco con una suerte de poema –la traducción al castellano es intencional—:
—Bienvenidos a La Tristeza,
la temperatura es insoportable hasta que la acepten.
Gracias por viajar con Aerolíneas Extrañas, yo seré su guía el día de hoy
Su equipaje emocional puede ser retirado en la cinta número dos.
Por favor tenga cuidado, así no le cae encima a uno de sus seres queridos.
Cuando haya llegado a su destino final lo voy a dejar ser
Va a estar bien, lo voy a acompañar adentro, mmm…
Se puede quedar todo lo que necesite para acostumbrarse al sentimiento.
Cuando esté listo, yo estaré afuera esperando y…
—¿Podemos ir a ver el amanecer y sentir euforia mezclada con vértigo existencial?
—Eh, sí, bueno…
En las canciones que le siguen cuenta la historia de una aparente expareja mayor que ella que le hizo mucho mal, se burla –con un tono ácido, genial— de un supuesto abusador serial conocido en el mundo de la música, se entrega a una suerte de espiritualidad new age, recuerda a su familia, se pregunta acerca de la calidad de su talento y cierra con una canción de amor, que la verdad no me gusta mucho.
Por ahí Lorde lidió con darse cuenta de que las cosas andan muy mal en el mundo con euforia y vértigo existencial. Si yo fuera ella habría hecho exactamente lo mismo, pero como no soy una artista exitosa y millonaria, me limito a tener ansiedad y cada tanto ver a mis amigos.