
Por Jazmín Bicego —
La maestra le dijo “Javier,
la tiza es para dibujar, no para comer”
Y él tiró la lata oxidada que hacía de lapicero
Lamentando en alaridos
La pérdida de su libertad
En el recreo lo buscaron bajo la mesa
Para enterrar su cabeza en el inodoro
Cuando llegó a casa su padre lo miró de arriba a abajo
Como a una chinche en la suela de su zapato
Su primera vez fue interrumpida
Por el prematuro descargo de sus fantasías
Ella lo dejó entre las sábanas
Escondiendo la vergüenza tras la sonrisa
Ahora barre con manos envueltas en papel film
El piso de mármol de la cocina
Se le juntan dos nubes en el lagrimal
Los pelos -lo único que quedó de él-
se le pegan en los dedos
Y las nubes chocan
Su rictus forma el dique
Que detiene la primera gota
Todo lo que ama cabe en su palma
Guarda los restos de su amigo en una bolsa ziploc
Llama a Japón, y les pide que hagan otros cinco